05 mayo, 2006

paradinha

Me quedé a unos metros del cruce con las manos en los bolsillos, pensando que aquello significaba algo, un momento que tenía que retener o un acento que me había llevado allí para que lo tildase de éxodo o para que me callasen las quejas de una puta vez..
No había coches, no había ruido, no había nadie que a simple vista no fuera como un insecto de pequeño, no había nada adulterado que no fuera el asfalto y el rojo de un stop torcido al borde del punto en el que se cortaban las rectas, la intersección que marcaba el encuentro o las salidas cardinales de emergencia..
Soplaba el viento pero casi no había árboles, dominaba un cesped alto en todas las direcciones, comiendo incluso parte de la carretera de un carril. De frente, pasado el cruce, el camino seguía, pero cambiaba el firme por otro de tierra, marcado por las ruedas de los coches, que se perdía a lo lejos en el horizonte cortado con tijeras de puntas redondas, entre las dunas que marcaban su supuesto final.
El día era claro, de nubes blancas y no grises, de bruma a lo lejos producida por el mar.

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(..mañana el resto de la foto..)