16 marzo, 2007

crónicas desde Groenlandia










“Ahí estaba yo, básicamente en culodios, pelado de frío, con mi fusil con bayoneta de martinicas, pensando donde coño estarían mis compadres del ejército azul y, sobre todo, cómo leches encontrar un vaso y un poco de ron a tantas leguas del caribe. Cabrones! Que no tengo autonomía para moverme solo, verdad? que me puedo quedar aquí de por vida si no me atacan porque así son las reglas de la puñetera estrategia que tú llamas juego, no? Y si me olvidas? Y si no me entero de que perdí o de que gané? Y si resulta que voy perdiendo la noción del tiempo en esta isla y me mimetizo con los putos pingüinos? Esto me pasa por ser un peón y no un caballo.. fijo que si lo fuera no estaría aquí. La verdad es que me importa una mierda la guerra y los motivos por los que ésta te parece divertido. Este frío de esta inhóspita Groenlandia está haciendo que delire, que olvide si me llamo Johnny, Jimmy Jazz o Jose Antonio, y eso jode. Tampoco sé de dónde vengo, y dónde dejé a mi querida Milagros.. será un sino que esa canción que no dejo de tararearle a los dispersos esquimales sea del último de la fila? No me siento valorado. Creo que me voy a quedar a construir una República y que le den a los de las martinicas con dados de ahí fuera..”

( Nota: El soldado Johnny, Jimmy Jazz o Jose Antonio nunca se enteró de que gracias a él el ejército azul logró los veinticuatro territorios suficientes para ganar la guerra y la partida, siendo básica la solidez de Norteamérica, desde dónde se inició la conquista.
Nadie volvió a verlo. Se cree que se casó por un rito mongol y que, tres años más tarde, se mudo a Kentucky, donde trabaja y es infeliz.)