por esa noche
No desmerecía al tacto, ni tampoco al débil sentido que volvía a hacer cómodas sus caricias. Respondía con la misma placidez, con la misma intensidad y con las mismas manos, aquellas que también palparon el vacío incómodo de la indiferencia tiempo atrás. Pero no había olvidado el placer así, ni los corrugados excesos de sus curvas, ni su tacto caliente. Aquel paréntesis nocturno sólo complicaba las cosas al cerrarse, pero la noche era larga, llena de besos involuntarios, y de un instinto que marcaba un exponente a cada segundo que quedaba hasta el amanecer.
Destapadas las máscaras, la luz tenue y anaranjada sólo dibujaba vicios circulares, sombras de libido por morder, sin restos de memoria que azuzasen los lindes de aquel calor, de aquella cama. Los gemidos se entendían, y se evaporaba el aliento, desgarrando los estratos que quedaban confundidos, igualando sin órdagos, en movimientos calmos, los lúmenes y los flujos, el cariño y la oportunidad. En la distensión no pautada había acentos de proximidad, dulces, sinceros, pero inestables en un mañana todavía sin luz.
Ella acariciaba su cara, mullidas ambas en tres palmos de almohada, con ojos achinados y vidriosos, queriendo decir.. Él la abrazó, sin cláusulas, acotando el espacio, inspirando el tiempo y las palabras, acurrucándola en su piel, dibujando pentagramas en su espalda, por esa noche..
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