la tormenta
Henri Rousseau, Tiger in a Tropical Storm (Surprised!)
Los segundos que preceden al trueno los contaba como kilómetros.. uno.. dos.. tres.. cuatro.. A su abuela sólo le asustaban las tormentas y las serpientes, pero la recordaba luchadora, firme, dulce, felina.. Sentada en el sofá, encogía su cuerpo en la manta contando los segundos desde el resplandor hasta sus orejas, como un pájaro sin alas que no podía volar en dirección contraria a sus instintos miedos. Le gustaba sentarse a su lado, cogerle la mano y notar su presión cuando el cielo se rompía en grandes graves, justo cuando ella cerraba fuerte los ojos y sonaba un quejido casi insonoro, como respuesta atronadora, como forma de tempestad.
Seguía contando los segundos como kilómetros de mayor, acordándose de sus ojos achinados y de la debilidad compartida de aquel sofá. La lluvia se rizaba a ráfagas violentas, visibles en la caída rozando las farolas, en la crecida de los charcos sobre el firme, en el zumbido del viento que descontrolaba sus direcciones, en los cristales de la oscuridad de su salón que formaban meandros irregulares.. Se recogió los hombros, de pie, en la manta que le tapaba hasta la cintura. Se descalzó las zapatillas y sintió el frío de la madera llegar hasta las rodillas.. La noche se volvió a iluminar con mil flashes, y empezó a contar a dedo extendido por segundo, hasta cinco.. luego se atronó, cerró su mano como si apretara la suya, como queriendo decir otra vez.. no te preocupes abuela, la tormenta está lejos, y esos rayos, caen en el mar..
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