18 octubre, 2005

The Celt

La luz era naranja, las pintas negras y el calor era como el de los rincones con pasado, cómo el aprecio que es a veces porque si.
Su tramo de acera en Talbot Stret era más bien pequeño, las letras doradas con fondo negro, como el resto de la madera pintada de su exterior, marcarían gaélicas sensaciones para el resto del viaje..
Tras pasar dos pesadas puertas llegamos a Dublín, a lo que fue y a lo que permanece inalterado, atemporal. Ya era de noche, y toda la Irlanda nacional miraba a su selección, que se jugaba el pase al mundial contra Suiza.. segundo tiempo, sin goles. No sé si hay bastantes cosas por las cuales un irlandés se movilizaría, pero quizás el sentimiento nacional puede ser de las más contundentes. Los dos metros cuadrados de la pantalla del proyector era en ese momento el centro del mundo. Predominaba el verde y el blanco, la pinta y los gritos de aliento guturales. No había mesa ni silla ni espacio con visibilidad para no molestar, así que la barra era el mejor sitio desde dónde poder formar parte. La ronda de ocho Guinness reposaba en la barra esperando su relleno final y su trébol de espuma.. a mi me recordaba que mi abstemia obligada desde que me bebí la última en Oxford llegaba a su fin. El denso y generoso sorbo encendió aún más el tacto de apreciar. La barra en forma de ele estaba dominada por seis grifos y dos camareros vestidos de negro que se movían y hablaban con rapidez. Casi todo el Celt era de madera, cómo barnizada sin barniz, con huecos de pared blanca que siempre era el fondo de algo, con luz de faroles intercalados con fotos, declaraciones de independencia, espejos, banderas, historia y cicatrices. Las mesas jugaban a optimizar la orografía, cambiando de tamaño y corte, con taburetes y asientos hundidos en la pared. Cualquier ángulo que mirabas resultaba apetecible. En el único punto desde el que podía verse todo el pub, dos tipos calentaban sordas melodías afinando sus guitarras.. Y el partido acabó, y ni suizos ni irlandeses quedaron contentos. La pantalla se plegó como una persiana y entonces el centro del mundo volvió a ser la barra con ese negro líquido, y alguien con quién distinguirla a no más lejos de un codo.
Las rondas empezaron su suma. Los paseos a la puerta trasera que daba a un callejón para fumar se intercalaban de comensales conocidos y no, de elogios a lo visible, de risas y de victoria, como si fuéramos colones de curiosidad satisfecha.. A veces lo que embriaga no es alcohol.
La música ya sonaba y eran inevitables los movimientos de manos y rodillas, era inevitable formar parte, el tarareo de melodías celtas, reconocidas, con origen.. Nos contaban que la bandera de Irlanda es una bandera de paz. Después de que se borrase el verbo someter como apellido de un pueblo, los colores representan las partes. El naranja inglés, la verde irlanda y en el medio el blanco que quita rencor y lacra lo que serían desde entonces los nuevos tiempos. Nos contaban que Rosie era una mujer octogenaria que va casi todos los días, la reina del la república de Celt.. que tenía una mesa cuadrada con una placa con su nombre y con la de su difundo marido. Y que el nacionalismo reposaba en las paredes, tertulias con IRA y sueños, y cerveza..
Escuchaba detalles puntillistas sentado en el sitio de Harry.. y no tuve entonces más remedio que pedirme otra en su memoria. Seguía la música después de una hora, de intercalar bouzouki con guitarras, flauta con violín, a una, dos voces o treinta.. versionaron después a Bob Marley y rozaron un par de Pulp Fiction.. Whisky in the jar acabó de banda sonora y todo se cerró con el himno nacional.. todos de pie con la canción del soldado, algunos con menos punto de equilibrio que otros, escuchando un algo así que dice que algunos vinieron de una tierra más allá de las olas, jurando para ser libres, nunca más, nuestra antigua tierra refugiará a déspotas o esclavos..
La anárquica prosa que sale de los momentos de tres horas del inicio de lo que ya fue El Dublinazo, me suena a un añorar peligroso, y ahora compartido por los que tengan la paciencia de leer hasta el final. Hay digestiones que no cumplen plazos, pero que son impuntuales por intensas, y por ese ligero temblor que produce de nuevo la abstinencia. He decidido que el After importará en marzo el día de San Patricio.