28 septiembre, 2005

café con ella


Si jugásemos todos los días a las adivinanzas perderíamos poco a poco la paciencia por conocer lo escondido. La ansiedad por conseguir una respuesta certera a tus preguntas provoca efectos secundarios que, de alguna forma, disminuyen la amabilidad de tu lado curioso.
A mi me suele pasar al revés.
Mi lado curioso aumenta en amabilidad, de alguna forma, los efectos secundarios que provocan preguntas para mi certeras que calman ansiedades. Y conocer lo escondido es una forma paciente de suponer adivinanzas con las que juego todos los días.

Me pregunté por su nombre, por su cara de añorar, por sus ojos despiertos y cansados, por su última decepción y por su sonrisa transparente.. No la conocía, sólo desayunaba cómo yo hace dos domingos, por la mañana, en esa cafetería de amplias cristaleras. Estaba sentada en una mesa a un movimiento de caballo de ajedrez de la mía. Ojeaba un periódico y miraba, a veces, un punto abstracto, mientras sujetaba el café sin bollería con las dos manos, bebiendo a pequeños sorbos y pausas, aislándose de todo.. menos de mi, que levantaba la vista para verla cada vez que pasaba tres hojas, que intentaba entender su silencio, vergonzoso también por suponerla, en esos diez minutos en los que compartimos el desayuno por primera y última vez.