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( te frenas y llega el segundo.. y cuando se llena de argumentos causales, una descarga eléctrica de razón edita periódicos con grandes titulares que se pliegan en tu iris como en imprenta.. no echas de menos comas ni pausas y solo enlazas frases como un árbol geneológico que deriva en una luz intensa que te da la claridad. No tengo acceso al historial de mis sentidos para saber que pliegues contactan para que ese segundo lo viva así, pero si sabría decirte con que palabra comienzo a pensar después del corchete que limita el inicio del segundo y la última palabra con la que termino antes del punto final y corchete. Sé que la función que resulta despeja la incognita, sé que mi pecho se desviviría en defender las conclusiones y sé que nunca podré estar más convencido de las cosas. Los pasos que me permiten dar estos segundos se han convertido en mis mejores decisiones, y aunque desconozco su naturaleza, admiro su credibilidad. No compensa el tiempo que en el pasado perdiste, ni hace desaparecer cicatrices profundas, únicamente te muestra que tienes todas las posibilidades de sentir.. El reciclaje de claridad penetra en todo lo atrofiado, y aunque sólo sea en ese tiempo, parece cómo si volvieras de nuevo a caminar. Pero normalmente no te das cuenta de la lentitud de tu segundo ni de nada más. Y no se sabe cómo ni qué influye en la percepción, en la capacidad de darse cuenta del mismo.. primero la pausa, después los corchetes y ahora ya veo la última y la primera palabra. Sé que no puedo predecir el momento ni el lugar de lo que igual tú llamarías locura y yo cordura, pero cuando pasa, puedo escuchar mi respiración y cómo entra el aire que me suscribe. La postdata cambia de palabras y muda de voces, pero siempre me susurra despacio lo que realmente quiero.)
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- ¿me escuchas?
- dime..
- qué te pasa?
- que te quiero pequeña, que te quiero.
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No sabía explicarle, cómo un segundo, a veces, deriva en una luz intensa que te da la claridad..
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