25 noviembre, 2006

frío enlatado

Mientras metía las voll-damms recién compradas en la nevera le sonó el teléfono. El silbido de kill bill le llevó a la habitación como la flauta de hamellin, a pasos tranquilos. Sobre la colcha verde pegado casi a la almohada estaba el teléfono vibrando en mullido, y como si esperase una llamada para extenderse se tiró en plancha para descolgar. Parpadeaba su nombre, y en los dos segundos que se quedó mirando la ortografía, le puso cara, acento y recuerdo a lo inesperado, le inventó una excusa, una expectativa y un cuánto tiempo que friccionaba los errores arrepentidos, dudando si quería hablar con nitidez, si quería hablar, si quería, o simplemente no.
Lo había vuelto a hacer. Un puto árbol genealógico de pajas mentales en dos segundos ante un timbre, una ceguera inconsistente de miedo imbécil sofocado, una ametralladora rotulando cicatrices caducas.
Al tercero descolgó, y las admiraciones de sorpresa disfrazaron toda su debilidad, domando en el siguiente la incertidumbre de su voz con la suya, dejándose llevar por una inercia convertida en neutra sin saberlo..

El sonido enlatado y seco de la doble malta al abrirse le llevó con una mueca de autocensura a recordar su espasmo ante un timbre, a preguntarse porqué era tan fácil turbar su estómago con ese tipo de señuelos. El primer sorbo pasó frío por su garganta, acomodándose en el pecho caliente.

No era consciente del tiempo que había pasado.. pero si de que no podía brindar solo.